Etapas
de la vida que van pasando y dejando camino a otras.
El
pasado viernes cerré un ciclo de ¡17 años!, yo mismo me sorprendí cuando hice
recuento. Inicialmente tan sólo fue apoyar un proyecto recién nacido un año
antes en nuestro pueblo: crear una Hermandad de Semana Santa y con ella
recuperar una fiesta perdida en el tiempo iliplense.
Durante
todos estos años ha habido de todo, momentos mejores y peores, aunque estos
últimos espero pasen al olvido. La distancia tampoco fue un freno, con frías y
largas noches invernales de ensayos desde Sevilla, ida y vuelta; pero cuando
llegaba el Miércoles o el Viernes Santo todo se veía recompensado.
Probablemente
lo mejor que me lleve sean amistades, desde el privilegiado lugar de contraguía
de Jesús Nazareno he visto pasar por esas trabajaderas a muchos costaleros
valientes, los primeros años compartí esfuerzo incluso con ellos, pero una
desdichada lesión de espalda hizo que saliese fuera de las zambranas.
Para
ser sinceros esta es una situación sobrevenida, no elegida, mi labor en la
Junta de Gobierno ha sido la que ha sido, probablemente menor que la de la
mayoría de mis compañeros, pero circunstancias familiares y, sobretodo, de
distancia han limitado mi aportación, no obstante siempre he dado ese poquito
más de lo que se me pedía, o al menos así lo interpreto yo. Pero aires nuevos,
o no, hicieron que me situase en una dura tesitura: mi ayuda cofrade o mis
pensamientos y palabras expresados libremente. La consecuencia es la actual, prefiero
seguir expresándome con toda la libertad de mi pensamiento, lo que
inexorablemente me conduce a abandonar los cargos que pudiese ejercer, tanto en
la Junta como en la cuadrilla.
Si dijese
que me siento orgulloso de haber compartido trabajo con todos los que he estado
en las distintas Juntas de Gobierno mentiría, de hecho es la falta de
hipocresía lo que me lleva a esta situación. Pero realmente sí que me llevo
buenos y especiales amigos, personas de las que he aprendido mucho, tanto de
este mundo cofrade como del humano, cuyo carácter y relación mutua nunca
olvidaré ni descuidaré, en cualquier lugar que nos encontremos.
No
quisiera discriminar a nadie en especial, correría el riesgo de dejar algún
nombre por detrás, y son bastantes de los que me gustaría acordarme hoy. Pero hay
uno que destaca sobre todos, además como siempre ha sido público y notorio,
nadie se va a sentir minusvalorado si digo con la boca llena que lo mejor que
lleva mi mochila para casa es haber conocido en la distancia corta a mi mentor,
mi maestro del martillo, a un trabajador de los pies a la cabeza, a uno de los
motores de esta Hermandad, a su actual Hermano Mayor: GRACIAS POR TODO
SEBASTIÁN BREVA.
Ha
sido un verdadero honor compartir contigo el andar de nuestro titular. Te deseo
lo mejor en tu andadura al frente de mi querida Hermandad.
Por
última vez, y de forma simbólica, dejaré caer el martillo:
¡AHÍ
QUEÓ!