"STAT ROSA PRISTINA NOMINE, NOMINA NUDA TENEMUS"

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El blog de Pelayo Castillo Palacios

viernes, 24 de octubre de 2014

REFRESCANTE

            Después de casi cuatro años volcando sentimientos en este blog, se acaba convirtiendo en un “cajón de sastre” donde cabe todo, pero especialmente recuerdos que surgen inesperadamente y que te motivan.
            Recientemente estoy inmerso en un proyecto (mi agenda dice que ya no caben, pero se le hará un huequito) que me ha retrotraído a una infancia inocente y sin más preocupación que la de divertirse. Pero también hubo jornadas de trabajo y contribución a la economía doméstica.
            Con la altura justa para llegar al remolque ya echábamos horas descargando y cargando camiones, luego furgoneta de reparto y a dar vueltas por Niebla; un pueblo dividido en sectores para poder organizar la carga (los restaurantes y bares tenían su propio sector). Si mal no recuerdo desde los 9 ó 10 años ya andábamos cargando cajas, al principio cogidas con ambas manos y sólo las de envases, luego poco a poco, llenas, de dos en dos y los piques a ver quién cargaba más de golpe entre mi hermano Merce y yo. Más tarde vino el reparto cercano, si la Plaza de la Feria se podía considerar cercano, pues era la frontera que alcanzaba el carrito del que tirábamos, organizando un escandaloso traqueteo de ida que se multiplicaba a la vuelta con los envases vacíos.
            Hubo de todo: cerveza, leche, batidos, vino, aguardiente, bitters, tónicas, refrescos de cola…
            Pero destacando sobre ellos los que venían desde la cercana fábrica de San Juan del Puerto:





Con un nombre al que hoy le podríamos dar mucho juego pasó de cajas de madera a otras de alambre grueso que se clavaba en las manos, para finalizar en las ultracómodas de plástico (si es que ya no se hacen las cosas como antes)




Aún recuerdo su sabor ligeramente amargo que hoy me hubiese encantado mezclado con un chorrito de vodka, pero que de niño sabía raro al tener que competir con otros más comerciales y edulcorados.


Es curioso cómo pequeños detalles hacen que vuelvan a ti miles y miles de recuerdos. ¡Lo que daría por abrir la nevera y pillar uno de esos!

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