“Este
año vamos a…” ¿cuántas veces planteamos esta declaración de intenciones con el sano propósito de realizar algo que verdaderamente nos place, luego vienen el “hoy
no”, “mañana tampoco”, “la semana que viene es que…” y así queda postergado para
las siguientes vacaciones.
Suelen
ser esos pequeños y cercanos tesoros que precisamente por eso, por ser próximos
van demorándose hasta el infinito, y lo digo por experiencia: afortunadamente
llevamos un buen año de viajes, Granada, Roma… pero ¿y lo cercano?
Bueno
pues aquí lo tenéis, UN VIAJE EN LA CANOA DE PUNTA UMBRÍA, o lo que es lo mismo
“Un crucero anticrisis”. Como ya se ha convertido en costumbre lo de hacer de
viajero cronista, os propongo una sencilla y económica propuesta.
Partamos
de una comparación, que a pesar de ser odiosa es real como la vida misma. Mi
hijo Gonzalo, como cualquier niño, necesita montarse en la Feria al menos en
dos o tres “cacharritos”, a 3 euros cada. Curiosamente el mismo precio del
viaje de ida a Punta, la diferencia principal estriba en que el cacharrito en
cuestión dura a lo sumo 5 minutos (siendo generosos), mientras que la travesía
en barco no baja de 40, interesante ¿verdad?
El
mero hecho de ver la cara de mi hijo sentado en la canoa ya compensa el precio
de ida y vuelta, pero, seamos sinceros y reconozcamos que todos tenemos un poco
o un mucho, según el caso, de niños y disfrutamos igualmente. Como podéis
imaginar durante el trayecto cada descubrimiento nuevo llevaba aparejada una
exclamación de asombro cuando no un grito y una pregunta aparejada: ¡mira una
gaviota! ¡papá una boya! ¡un barco de vela!¡que pasamos por debajo del puente!.
Cuando la primera impresión se ha
mitigado y navegamos con la brisa en la cara, dejándonos ese ligero regusto
salado de las salpicaduras, se desborda su imaginación y las historias afloran
sin continuidad, los esqueletos y antiguos restos de barcos varados hace mucho
tiempo se convierten en los “barcos piratas que hundió Jack Sparrow”;
entrecierra los ojos para intentar descubrir las “ballenas, tiburones y pulpos
gigantes” en la estela que deja el barco, sin descanso se suceden las preguntas
sobre las partes del barco, los paisajes que vamos dejando, etc. etc. etc. Como
podéis imaginar es agotador, pero merece la pena por todas estas razones.
Ahora
bien, no queda aquí, tenéis dos opciones, hacer ida y vuelta del tirón, o dar
un paseo por Punta Umbría y coger la canoa dos horas después, esta es más aconsejable,
es más, hay una magnífica actividad para cubrir esas dos horas: el turismo
cultural, en su vertiente gastronómica.
Justo
frente al muelle de la canoa hay un bar donde según pone en la puerta se vende “El
rey del ponche de Huelva”. Para los que no lo conozcáis, el ponche es una
especie de sangría, con sus trozos de melocotón y un poco más cargada de licor;
la sirven muy fría y entre las 13:00 y las 14:00 acompañadas de una sardina por
el mismo precio, un euro; es decir, por 2 ó 3 euros te vuelves a Huelva medio
comido y con el alma confortada a base de ponches, la oferta es para cualquier
bebida, pero al fin y al cabo no tenemos que conducir la canoa de vuelta.
En
definitiva, por unos diez euros tienes dos viajes en canoa y un aperitivo más
que suficiente, además de una experiencia única que compartir con la familia.
Mucho
más que aconsejable, y para muestra un botón, o ¿no se nos nota felices a los
dos “lobos de mar" de la foto?
Ya lo creo, Pelayo; yo no me monto en la canoa desde pequeña, pero en el Adriano III de Cádiz al Puerto de Santa María sí que lo he estado haciendo por lo menos seis años seguidos, era más que maravilloso, la sensación de las mil gotitas de agua en la cara, las olas que forma el barco, la vista, todo, todo, es más que inspirador. No dejéis de hacer ese ratito de navegación a menudo, y con el premio que trae después, ese ponche, ¡no te veas!
ResponderEliminar¡¡Besos apretaos!!
¡¡¡El "Vaporcito del Puerto"!!!
ResponderEliminarAún puedo saborear el cartucho de pescaito frito de la Plaza Mina de Cádiz y ya hace más de 20 años que lo cogí por última vez Jana; en Cádiz o en Huelva ese arrullo del mar es fabuloso en cualquier lugar. Como bien dices hay que aprovechar los ratitos agradables que te da la vida, y creo que Gonzalo no me dejará en el olvido el paseo.
Por cierto, aprovecho para felicitarte con un poquito de antelación, no recordaba que nuestros cumpleaños estaban tan cerca.
¡Besos apretaos!